UAS: Entre la incertidumbre y el pesimismo

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La tolerancia y el diálogo sigue brillando por su ausencia en la UAS y no se ve que eso vaya a suceder en lo inmediato con el fin de llegar a acuerdos consensuados.

El día de ayer un grupo de universitarios encabezados por el profesor de la Facultad de Psicología, Arturo Nevárez, se presentó ante las puertas de las oficinas de rectoría de la UAS para pedir una entrevista con el rector Jesús Madueña Molina. Como en otras dos ocasiones anteriores, el resultado fue infructuoso. La negativa a conceder audiencia a un grupo de profesores que tienen la intención de hacerle una serie de planteamientos sobre su situación laboral y la rescisión injusta de varios compañeros, demuestra una cosa: a pesar de la lucha que se dio para modificar el actual statu quo y del gesto de buena voluntad que hicieron las autoridades federales y estatales al retirarle casi todas sus vinculaciones a proceso y regresarle sus derechos políticos, el rector no modifica su actitud soberbia y desdeñosa hacia quienes impulsaron el cambio de la ley orgánica en la universidad.

La tolerancia y el diálogo sigue brillando por su ausencia en la UAS y no se ve que eso vaya a suceder en lo inmediato con el fin de llegar a acuerdos consensuados. Un sentimiento de pesimismo empieza a propagarse entre los miembros activos por la reforma universitaria, pues perciben que en la mesa de negociaciones las actuales autoridades de la institución educativa lo ganaron todo sin conceder nada a cambio. Muchos sostienen que el reconocimiento de la nueva ley orgánica por parte del consejo universitario y el retiro de los amparos interpuestos no son gestos suficientes si no van acompañados de un resarcimiento del daño causado en la era de la antidemocracia y la imposición.

El cambio de autoridades en la rectoría ya está a la vuelta de la esquina. La adecuación de los estatutos generales conforme a los lineamientos establecidos en la nueva ley orgánica no se ve por ningún lado. Si Madueña busca su reelección, partirá en este proceso de una posición muy ventajosa, ya que posee el control de todas las estructuras internas que quedaron intactas en las recientes negociaciones. La oposición pidió participar como parte afectada en dichas mesas, pero fue olímpicamente ignorada, de tal suerte que existen amplias posibilidades que se observe en la UAS una especie de gatopardismo. Las cosas cambiaron, pero al final de cuentas siguieron igual.

Los reformistas en la UAS deben dejar a un lado su pasividad. Nada les va a caer del cielo, ni les va a ser regalado por el gobierno. Este ya trae sus propios problemas y apenas puede lidiar con ellos. Ni funcionarios ni diputados pueden hacer algo por ellos en estos momentos, ya no se diga el gobernador mismo. Deberán actuar con la ley en la mano y con la dignidad que les queda para exigir los beneficios a los que tienen derecho, ellos y todos los que engrosan las filas de la mayoría silenciosa en la UAS. Existe mucho descontento que no han sabido capitalizar por una estrategia de promoción de su causa desenfocada. No han sabido plantear, proponer y convencer a los universitarios con una alternativa creíble a lo ya existente. Sus liderazgos han carecido de fuerza y arrastre, con acciones intermitentes y poco ramificadas. Si no se aplican en estas primeras dos semanas de clases a difundir el cambio que quieren y con quién lo quieren encabezar, la estrategia de calma chicha implementada por las autoridades centrales de la UAS para que el tiempo haga su labor de zapa, en junio estarán lamentando algo que se quiso, pero que no pudo ser por falta de organización y determinación. La culpa será de ellos mismos y de nadie más.

 

 

 

 

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